A pesar de haber sido la entrada principal, no sería hasta después del incendio cuando ante su deplorable estado se decidió restaurarla. Concretamente fue el 29 de junio de 1862, cuando el arquitecto de la provincia, José Asensio, presentó un proyecto al Ayuntamiento para la reparación, reforma y revoque de la fachada, descrita como «de gran extensión, irregular, desigual en sus pisos y poco simétrica, lo que hacía que su reforma fuera costosa».
El contratista de las obras fue Bonifacio Cabrero, quien por subasta la finalizó en octubre por la cantidad de 56.268 reales de vellón.