Desde hace casi treinta años, la Cofradía del Santo Cristo en su Última Palabra y la Soledad al Pie de la Cruz del barrio de San Millán, dedica la mañana del Domingo de Resurrección a evocar la figura del escultor Aniceto Marinas, uno de sus vecinos y feligreses más ilustres, a cuyo talento se debe la creación de las dos imágenes que dan nombre a la cofradía y que se veneran y custodian en la parroquia de San Millán.
En estas tres décadas, por el monumento dedicado a Marinas en los Jardinillos de San Roque han pasado artistas, escritores e intelectuales que han glosado su vida y obra desde muchas facetas, y ayer los asistentes a este sencillo pero emotivo acto conocieron la «vía artillera» de la obra del artista segoviano de la mano del general director de la Academia de Artillería, Alfredo Sanz y Calabria.
El general aceptó la invitación de la cofradía, que quiso sumarse de esta forma a las celebraciones del 250 aniversario de la creación del Real Colegio de Artillería, y Sanz y Calabria respondió a la misma con un sucinto panegírico en el que ofreció no sólo interesantes reflexiones sobre el arte, sino que destacó la vinculación de la obra de Marinas con la historia artillera.
Así, en su condición de «soldado e ilustrado» impresa por su filiación artillera, Sanz y Calabria definió el arte como «una contradicción entre lo eterno y lo efímero, entre lo privado y lo público», donde a través de un sistema de coordenadas el artista es capaz de unir «el tiempo que transcurre entre la eternidad y el instante fugaz que aspira a capturar con el eje social que corre desde la intimidad hacia el universo».
En este marco, se refirió a Marinas como «un artista excepcional» capaz de transmitir «la dignidad del bronce, la unidad de la piedra y la fe de la madera» a la hora de emplearlos como materia prima de sus obras, y aseguró que el nexo común de su camino artístico fue «la batalla por la libertad íntima de un artista que nunca quiso someterse a modas que consideró pasajeras».
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