Historia

La Academia de Artillería de Segovia es un centro académi­co militar, pionero histórica, científica y pedagógicamente en España, fundado el 16 de mayo de 1764 como Real Co­legio de Artillería en el Alcázar de Segovia, en tiempos de Car­los III, a iniciativa del Teniente General Félix Gazola, Conde de Gazola, Inspector del Cuerpo de Artillería y su primer Director. Se trata de la Academia militar más antigua del mundo en activo.

La existencia del Real Colegio fue producto de una larga y natural evolución de otros centros relativamente análogos que desde siglos atrás existieron en España. La enseñanza de la Ar­tillería desde el siglo XV iba haciéndose cada vez más técnica, incorporando los estudios matemáticos, frente a la Filosofía, la Teología y las Humanidades, que consideraban a aquellos estu­dios como un oficio mecánico con visos de brujería. El estudio y desarrollo de las matemáticas se refugia en los claustros españo­les, especialmente en los de la Compañía de Jesús, no siendo ra­ros los casos de ver sacerdotes actuando como Jefes de Artillería, Ingenieros y aún de Estado Mayor.

Hay pocas referencias respecto a la existencia de escuelas an­teriores a las que se crearon a principios del siglo xvi, Sin embar­go no se puede negar que en aquellos tiempos hubo enseñanza y escuela de Artillería, pues es indudable que aquellas grandes masas de artillería que los Reyes Católicos llevaron a la guerra de Granada requirieron un personal numeroso y especializado. El Rey Fernando nombró a Francisco Ramírez de Madrid jefe de su artillería, por lo que re­cibió el sobrenombre de El Artillero y fue también secretario de los Reyes Católicos. Designado Consejero de Estado participó con los Reyes en la toma de Granada.

La primera escuela militar fue la que dio vida el Emperador Carlos V en Milán, en 1543. Sin embargo, con objeto de formar especialistas artilleros y evitar la presencia de extranjeros, Felipe II crea en 1559 la famosa Escuela de Burgos, que tenía carácter nacional. Esta escuela, junto con la de Venecia fueron, en su tiempo, las más importantes de Europa. Palma de Mallorca también tuvo su escuela hacia 1559, gracias a la universidad y fundada por un vizcaíno, Diego Villegas. Debido a la precariedad de medios de la Escuela de Burgos, el Capi­tán General de Artillería funda en 1575 otra Escuela en Sevilla, siendo su Director el Artillero Mayor de S.M.

La enseñanza de la Artillería en esta época tenía un carácter tanto técnico como moral. Según los estatutos de la Escuela de Burgos el artillero tenía que tener conocimientos de la fundición de los metales, trazado de cureñas, fabricación de la pólvora y balerío, técnicas de tiro y fortificación. La enseñanza de la Escuela de Palma de Mallorca estaba contenida en un célebre manuscrito, con preguntas y respuestas a modo de catecismo, titulado Theorica y Práctica del Art de Artillería que seguexen y uzan los Artillers de la Universitat del Reyne de Mallor­cas. Sirvan dos a modo de ejemplo:

–           Que cosa es Artiller?- Un home que enten lo Art de la Artillería.

–           Perque es diu Artiller?- Perque un home ab una pessa, ab Art tira.

Los alumnos, de esta Escuela de Mallorca, que apro­baban los exámenes eran declarados maestros artilleros, y tenían que jurar ante el Virrey: “Que el Arte que ha apren­dido y sabe de Artillería no lo enseñará a turcos, moros, herejes ni otras personas sospechosas de faltar a la Fe Ca­tólica, sino en bien de su Real Magestad…” Esta Escuela tuvo mayor duración que otras de su tiempo, llegando has­ta el año 1715, proporcionando artilleros para la defensa de la isla y aun para otros territorios, como sucedió en el sitio de Barcelona por las tropas de Felipe V, en que se hicieron venir artilleros de Mallorca, para atender las cuatrocientas piezas que había en sus murallas. Según testimonio de oficiales del ejército sitiador, de cada veinte disparos al menos dieciséis hacían explosión a la altura debida, mediante espoletas a tiempos hechas con tubos de madera.

En los primeros años del siglo XVII, el ilustre general de Ingenieros D. Juan de Acuña y Vera, que fue Ca­pitán General de Artillería, solicitó y obtuvo del Monarca el establecimiento de escuelas de Artillería en Barce­lona, Pamplona, Coruña, Lisboa, Cádiz, Gibraltar, Málaga y Cartagena. Sin embargo su existencia fue efímera por falta de presupuesto, funcionando con normalidad únicamente la ya existente en Sevilla. Esta escuela cerró sus puertas en 1681. Fuera de nuestro territorio se crearon escuelas españolas en Bruselas, Ferrara y Nápoles, muy importante la primera, donde se formaron en Artillería insignes generales de varios países de Europa.

En el último decenio de este siglo tuvo lugar una innovación, tomada de Francia, que consistió en la insti­tución de la clase de cadetes, los cuales se instruían en cada Regimiento, donde se constituyó una Academia a cargo de un capitán llamado Maestro de Cadetes.

A principios del siglo XVIII se establecen escuelas de matemáticas y artillería en las plazas de Barcelona, Pamplona, Badajoz y Cádiz, de corta vida y escasos resultados. A mediados de siglo, el coronel de Artillería D. Rodrigo del Peral dirige una exposición al Marqués de la Ensenada para tratar de establecer y crear un cuerpo científico de oficiales de Artillería, por cuya propuesta se crearon en Barcelona y Cádiz, Escuelas formales de teórica con título de Artillería, precursoras de la que sería, definitivamente, la Academia de Artillería de Segovia. Ambas escuelas tenían como director y profesorado oficiales del Cuerpo y se cursaban cuatro años de estudios, bastante completos de Matemáticas, Física, Artillería y Fortificación.

Merece mención especial la creación del primer Centro Docente Militar de carácter auténticamente “Ge­neral” fundado por el Teniente Coronel de Artillería D. Mariano Gil de Bernabé en Sevilla, instalándose en el convento de San Antonio, de frailes Franciscanos. Se inauguró el 14 de diciembre de 1809. Por avatares de la contienda tuvo que trasladarse a Cádiz, dos meses después, emplazándose en la isla de León.

El estudio vivificador de las matemáticas, monopolizado por los jesuitas en el siglo XVII, debe su fecun­da propagación en España a los artilleros e ingenieros. Las fundiciones de Barcelona y Sevilla no conocían igual en Europa de tal modo que, a propósito de la Guerra de los Pirineos, los representantes de la Convención francesa se expresaban diciendo que el Ejército español disponía de una artillería excelente y formidable, artillería construida y servida por los oficiales procedentes del Co­legio de Segovia.

En la fundación del Real Colegio de Segovia fueron ac­tores principales: Carlos III, Rey de las Españas; el conde de Aranda, primer director general de Artillería; el mar­qués de Esquilache, secretario (ministro) de Hacienda y de Guerra; Ricardo Wall, secretario de Estado y el conde Gazola, inspector general del Cuerpo y primer director del Colegio. Sin duda el actor más destacado fue este último, don Félix Gazola, conde de Esparavara, Ceretolandi y Ma­cineso, nacido en San Pablo, Obispado de Plasencia en Italia, quien con gran probabilidad realizó el proyecto del Colegio, si bien con informes del conde de Aranda y de la experiencia de las Escuelas de Cádiz y Barcelona y de la Sociedad Militar de Matemáticas de Madrid.

El conde Gazola, militar de sólida formación científica, humanística y matemática, sirvió en el Ejército del Reino de Nápoles, siendo Rey Carlos III, llegando a ser Coman­dante General de su Artillería. Cuando el Monarca lo fue de España (1760) lo admitió a su servicio con el mismo grado de Teniente General que ostentó en el reino de Ná­poles y poco después lo nombraba inspector general de Artillería e Ingenieros, reservándose el Rey la Dirección del Cuerpo de Artillería hasta el año 1803 en que Carlos IV lo concedió al Príncipe de la Paz.

Al margen de su labor como director del Colegio cabe señalar su labor respecto al Cuerpo de Artillería, que seña­la una clara división en su historia, espíritu y organización. Aumentó en un 5.º Departamento, el de Segovia, los esta­blecidos por el conde de Aranda (Barcelona, Sevilla, La Coruña y Valencia); suprimió los cadetes de Artillería del Ejército, pues la preparación para ser oficial del Cuerpo sólo se daría en el Colegio; los ascensos serían por anti­güedad; fijó la composición de las escalas, creó la Com­pañía de Caballeros Cadetes de Segovia y, en fin, adoptó varias medidas conducentes a la mejora del servicio del Arma y de la de sus subordinados. El 29 de enero de 1762   se promulga el Reglamento de Nuevo Pie, por el que se establece el Real Cuerpo de Artillería, y se pone fin a la existencia anómala de tres clases de Artillería: Estado Ma­yor, Regimiento Real y Compañías Provinciales.

Respecto a la creación del Colegio, el conde visitó diversos edificios de localidades y comarcas próximas a Madrid, incluso el Alcazar de Toledo. Se le ordenó que reconociera el Alcázar de Segovia, orden que cum­plimentó a principios de 1763. A finales de abril, resul­tado de los reconocimientos practicados presenta un proyecto que incluye las obras necesarias para su adecuado funcionamiento.

Una vez cerradas las es­cuelas de Barcelona, por R.O. de 12 de mayo de 1760, y la de Cádiz, por R.O. de 23 de abril de 1764, tuvo lugar con toda solemnidad la inauguración del Real Colegio de Artillería de Segovia, el 16 de mayo de 1764, con 60 cadetes y en pre­sencia de la nobleza, el clero y las autoridades de Segovia.

El día de la inauguración, el padre Eximeno, de la Com­pañía de Jesús, profesor pri­mario del Colegio, pronun­ciaba el discurso de apertura, sobre La necesidad de la teo­ría para desempeñar en la práctica el servicio de S.M.: Teoría y Práctica, un hermoso lema para iniciar su vida este centro del saber y del honor, primera Academia Militar de España, en el sentido moderno, y una de las primeras del mundo.

La vida del Colegio, en general, se regía por un reglamento, cuyo fin principal consistía en inculcar a los alumnos, una excelente disciplina, rectitud de las costumbres, ejemplar pundonor, unidos a una profunda religiosidad. Quizás pueda encontrarse en el origen del espíritu del Colegio alguna faceta característica de la Compañía de Jesús, especialmente la unión, el afán de perfección y el sacrificio del bien individual por el co­lectivo, espíritu éste que recuerda la frase que figura en el pasillo principal de la Academia: Todos para cada uno, y cada uno para los demás. Dicho reglamento regulaba el sistema y los requisitos que debían reunir los aspirantes a plaza en la Compañía de Caballeros Cadetes, quienes tenían que pre­sentar un Expediente de Pruebas de Nobleza. Sólo la nobleza tenía acceso a una formación que ni siquiera se impartía en las aulas de la Universidad española en el siglo XVIII. La edad de ingreso estaba fijada en los doce años.

Quizás, debido a la influencia del padre Eximeno, así como del Director de Espíritu también jesuita, no es de extrañar que los alumnos asistieran a misa todas las mañanas, se leyera el Kempis, en las comidas la Historia de España y no faltase, por las noches, el rezo del Rosario.

En referencia a la enseñanza, prácticamente, hasta media­dos del siglo XIX, en los primeros cursos sólo se estudiaban Matemáticas, Física, Química y Dibujo, reservándose para el último o los últimos, el estudio de las materias concernientes a la Artillería, denominados cursos de aplicación. Se trataba de aplicar en la Práctica lo que se había aprendido en la Teoría, En este sentido, ya desde la fundación del Colegio se estable­ció en Segovia la cabecera de un Departamento con Regimien­to, Maestranza y Laboratorios de mixtos y fuegos artificiales, para que los alumnos pudieran hacer las debidas prácticas. La formación se completaba con cursos de gimnasia, esgrima e incluso de baile.

Los alumnos debían domi­nar las matemáticas, geome­tría, física o química, no sólo para utilizar sus bocas de fue­go, sino también para fabri­car la pólvora, las piezas, los montajes o las municiones. En definitiva, para ejercer en un futuro la ingeniería indus­trial en las fábricas militares españolas. También se les exi­gía conocimientos de fortifi­cación, táctica, aritmética, ál­gebra, trigonometría, cálculo diferencial e integral, estática, mecánica, dibujo, ortografía, gramática, idiomas, esgrima y baile, y en su estancia en Montesión la natación.

Los exámenes, hasta 1886, siempre fueron orales y con preguntas al azar, celebrándose, hasta 1850, en traje de gala y ante la Junta Gubernativa, montándose una guardia de cadetes en la sala donde se celebraban. Primero fueron semestrales, luego trimestrales y, a partir de 1850, pasaron a ser de fin de curso, mediante un tribunal, compuesto por dos profesores y un ayudante. A partir de 1886 adquirieron preponderancia los exámenes escritos. En los primeros años del Colegio, los alumnos que repetían curso una o dos veces, la Junta de Gobierno invitaba a su familia a que lo sacase del Colegio, permitiéndoles, no obstante, seguir siendo militares y mar­char a continuar su mérito a otros Cuerpos. En 1799, una orden del Rey dispuso que los cadetes que a los dos años no dieran esperanzas fueran despedidos.

El Alcázar de Segovia fue palacio-fortaleza, morada de reyes y en él se reunían las Cortes de Castilla. Parece que fue Alfonso VI quien sobre un primitivo fuerte mandó se construyera lo que sería el origen del Alcázar. No fue obra de un solo monarca ni tampoco de un siglo, sino de cien­tos de años, interviniendo en su construcción y posteriores modificaciones, múltiples artistas y arquitectos. Felipe II realizó la última de las modificaciones y a partir de Felipe III dejó de ser fortaleza y palacio real. Y como queda di­cho, a partir del 16 de mayo de 1764 pasó a ser ocupado por el Real Colegio Militar de Caballeros Cadetes.

A partir de 1853 la vida del Colegio de Artillería se des­envolvió en un nuevo escenario: un antiguo convento, el de San Francisco, que en virtud de la desamortización de 1836, había pasado a poder del Estado, quedando desier­to por unos años, hasta que el Ayuntamiento de Segovia solicitó que pasase al ramo de la Guerra, que lo dedicó a cuartel de Artillería. En 1853, como queda dicho, fue cedida una parte del convento al Colegio de Artillería, para alojamien­to de los subtenientes y cadetes externos. Durante unos años el Colegio estuvo ocupando dos edificaciones, el Alcázar y el convento de San Francisco.

El 6 de marzo de 1862 un terrible incendió destruyó el Al­cázar, por lo que los cadetes fueron trasladados, quedando alo­jados en el convento de San Francisco. Casi de inmediato se reanudaron las clases en dicho convento, a excepción de Quí­mica, Física, Dibujo, Equitación y Gimnasia que continuaron dándose, alrededor de unos tres años, en el edificio llamado Casa de la Química, situado en la explanada frente al Alcázar, y que aun existe.

Por R.O. de 26 de marzo de 1863, fue cedido al Colegio el templo del ex convento y por otra de 20 de abril de 1864, el antiguo hospital de San Antón, junto con su huerta y templo, derribado este último para construir el actual picadero. Un año después el Ayuntamiento cedió una calle desierta que separaba las huertas de los dos conventos, por lo que el solar ocupado por el Real Colegio obtuvo una gran extensión, la misma que mantiene actualmente, rodeada por medio de una pequeña mu­ralla almenada. No se conserva ninguna de las antiguas edifi­caciones, convento, hospital, etc. de difícil conservación, por su estado ruinoso, y que fueron derribadas para construir las cuadras, el cuartel de tropa, el internado, el edificio del claustro, etc.

Tal es a grandes rasgos la historia del Alcázar y del convento de San Francisco, como alojamientos de la Academia de Artillería. En el convento se ha permanecido de manera ininterrumpida durante 162 años, mientras que el Alcázar fue ocupado durante 76 años, en tres períodos separados de seis, diez y seis años, con motivo de la guerra de la Independencia, invasión del duque de Angulema, establecimiento del Colegio General Militar y primera guerra carlista. En diferentes éxodos la Academia ocupó el Colegio de San Lau­reano, en Sevilla; Villa Carlos, en Mahón; Colegio de Nuestra Señora de Montesión, en Palma de Mallorca; convento en Badajoz; Colegio de San Ciriaco y Santa Paula, en Alcalá de Henares y Seminario de Nobles, en Madrid.

Después de haber hecho referencia a los orígenes de nuestro Colegio-Academia, después de haber exami­nado su espíritu y su organización, tras haber conocido algunos aspectos relacionados con la enseñanza y de haber dedicado un breve recuerdo a los edificios que durante largos años lo contuvieron, es preciso hacer men­ción de los resultados obtenidos en la oficialidad artillera tras su paso y completa formación en el Real Colegio. De él salieron futuros virreyes y gobernadores ilustres de nuestras colonias ultramarinas, el fundador de la primera escuela general de la milicia española, en Sevilla, maestros de tres generaciones de príncipes, felices cultivadores de la historia y las bellas artes, personajes distinguidos de las Reales Academias, del Parlamento, la Diplomacia, Estados Mayores y de la Artillería de la Armada.

Sin embargo es obligado referirse al carácter y profesionalidad de sus oficiales, especialmente en el campo de batalla. Sirva el testimonio de un observador extranjero, A. Houghton, que al referirse a la época de las guerras carlistas, escribe lo siguiente: “Tienen un aire frío, distinguido, reservado, siempre dignos con sus soldados. Observan las cuestiones de etiqueta y de disciplina con extremo rigor. Sus cuarteles y sus baterías en campaña son modelos de disciplina, de limpieza y de organización militar”. O el del General Castaños, que en la redacción del parte, tras la batalla de Bailén, relata: “…el acreditado Real Cuerpo de Artillería, además de participar en todos los afanes y triunfos referidos, ha inmortalizado su gloria con admiración de ambos ejérci­tos, pudiéndose asegurar que sus oportunos y rápidos movimientos y el acierto de sus fuegos señalaron, desde luego, o por mejor decir, fijaron desde el principio la victoria…”

Fueron tres las baterías, dirigidas por compañeros de Daoiz y Velarde, las que intervinieron activamente en los combates. Dos de ellas pertenecían a la División mandada por el General Reding, el cual cuenta una curiosa anécdota acaecida durante las negociaciones habidas entre ambos ejércitos para asentar las bases de la capitulación. Conducía uno de nuestros oficiales a un parlamentario enemigo que tenía que conferenciar con el General Castaños. Llevaba, como es costumbre, los ojos vendados y durante la marcha iba comentando el fran­cés: “Ustedes han tenido la ventaja de la excelente artillería inglesa que tan buenos servicios les ha prestado”. Casualmente pasaban cerca de un parque con numerosas piezas a cuyo lado se hallaban reposando los artilleros que las habían servido. Sus uniformes destrozados, sus facciones tostadas por el sol y negros por el humo de la pólvora. El oficial español, quitándole el pañuelo de los ojos y señalando a los artilleros le dijo: “Ved ahí a los artilleros ingleses de que habláis”. El francés, tras un momento de silencio y profunda atención dijo: “El general Dupont y todo el ejército estábamos equivocados: pero confesad que estas gentes por su figura, y yo os puedo asegurar que también por sus obras, parecen los mismos compañeros de Vulcano, que el infierno ha abortado aquí para nuestra ruina”.   El que así se explicaba era jefe de escuadrón de la artillería francesa.

Honor y gloria a nuestros artilleros.

El 24 de octubre de 1814, don Martín García de Arista y Loygorri, entonces director general de Artillería y primer laureado del Arma, con motivo de una exposición ante Fernando VII se expresaba de esta manera. Cuando una educación noble e ilustrada despeja el entendimiento y fortalece el corazón, aunque no alcance a transformar en héroes todos los jóvenes que la reciben, tiene una gran probabilidad de predisponer a muchos y de conseguir algunos”. Esta reseña figura en una placa de mármol colocada en una de las paredes del Patio de Orden de la Academia.

En la actualidad la Academia no sólo imparte los principios artilleros a los caballeros alumnos de la Escala de Oficiales, Escala de Suboficiales, Cabos Primeros y Tropa Profesional sino que en ella se perfeccionan y actualizan, además, los conocimientos de todos los que pertenecen al Arma de Artillería. A lo largo del curso pasan por sus aulas mandos del Arma para asistir a cursos de perfeccionamiento en los modernos sistemas de armas para mantenerse al corriente de las innovaciones en la técnica y táctica del arma.

Cuenta la Academia con una sala de Ciencias y Tecnología donde se muestra la adaptación al desarrollo de la ciencia a lo largo del tiempo, a través de los estudios relacionados, no sólo con el empleo de la Artillería, sino también con la investigación, desarrollo, fabricación y mantenimiento de las piezas y de su munición, de los cuales los artilleros han sido responsables a lo largo de la historia. La física y en particular la balística, la quími­ca en relación con la metalurgia y con las pólvoras, la topografía, la mecánica, la electricidad y la electrónica, y las matemáticas como base fundamental, siguen estando presentes hoy en día en la Academia de Artillería.

Esta sala nos lleva a meditar sobre una época del Arma en que los Artilleros eran tanto científicos como tácticos, capaces de realizar las tareas de diseñar y fabricar un cañón, ponerlo en posición y hacer fuego con él. El título de ingeniero industrial civil se concedió a los oficiales de Artillería desde 1894 hasta la creación de la Academia General Militar en 1928.

No es de extrañar, por las numerosas visitas a la ciudad a lo largo de su vida, el cariño que siente el artillero por Segovia, favorecido desde el año 1952 con el acuerdo del Excelentísimo Ayuntamiento de conferir el título de Se­goviano Honorario a todos los artilleros que terminen sus estudios en la Academia, cuna de la Artillería Española.

Asimismo, la Academia tiene y ostenta con orgullo las medallas de la ciudad y de la provincia de Segovia, concedidas por el Ayuntamiento y la Diputación Provincial respectivamente, como muestra de consideración, respeto y homenaje al Arma de Artillería, por su presencia a lo largo de tres siglos en la vida de la ciudad.

Dispone también la Academia de una sala de Armas Portátiles y Material de Topografía, y de una sala de Materiales donde se muestra la evolución del material desde la fabricación en hierro y bronce hasta la más re­ciente de acero. La Capilla con su altar mayor en cerámica de Talavera, que perteneció a la antigua capilla del Regimiento de Artillería de Campaña nº 41, de larga tradición en la ciudad de Segovia y que al desaparecer se trasladó a su actual ubicación. A la derecha del altar, la imagen de santa Bárbara, procedente de las unidades ar­tilleras españolas en las islas Fi­lipinas. Fue rescatada por los ar­tilleros durante la guerra civil, del Colegio de Huérfanos de Santa Bárbara y San Fernando en el pueblo madrileño de Cara­banchel Bajo. La pila bautismal es una donación de la ciudad de Niebla con la que la Academia está hermanada por ser esta ciu­dad, a decir de las crónicas, la primera población de la Penín­sula donde se usó la pólvora por parte de sus defensores musul­manes con fines bélicos, durante el asedio a la misma por las tro­pas cristianas de Alfonso X.

El Patio de Orden, de estilo plateresco, fue mandado cons­truir, hacia 1490, por Isabel la Católica. En él se celebran todas las formaciones militares que tienen lugar en la Academia: entrega de despachos, relevos de mando, primeras visitas de autoridades y aniversarios de la salida de la Academia (25, 40 y 50). Diariamente y presidido por el Capitán de Cuartel, los alumnos forman, tras las clases vespertinas para la lectura de la orden.

En la planta superior del Patio de Orden está situada la Galería de Promociones donde figuran los nombres de todos los artilleros que desde el 5 de octubre de 1765 hasta nuestros días, han sido promovidos a subtenien­tes y tenientes de la escala superior del Arma de Artillería.

Presidido por S.M. el Rey o el Príncipe de Asturias se hace entrega cada cinco años, en el Alcázar de Sego­via, del Premio Daoiz, de gran prestigio en el Arma y que fue instituido por los sucesores del Capitán Daoiz, para perpetuar su memoria. Se concede tras votación entre artilleros en activo, a los que por sus trabajos, es­tudios y trayectoria profesional han conseguido el engrandecimiento científico y militar del Arma. La relación de los Premios Daoiz figura en un cuadro en la Galería de Promociones.

Asimismo figura en dicha Galería otro cuadro con la relación de los galardonados con el Premio Ramírez de Madrid, recientemente instaurado y que se otorga, también cada cinco años, para compensar a los miembros del Arma que sobresalgan de forma excepcional por sus virtudes militares y capacidad profesional acreditada.

Entre ambos cuadros existe un tercero con el nombre del miembro del Arma que ha conseguido, a título póstumo, la única medalla del Ejército. Encima de los cuadros existe una lápida con los artilleros procedentes del Colegio que alcanzaron el honor de ser condecorados con la Medalla Militar.

Mencionar por último el Salón de Actos, presidido por un cuadro de S., M. el Rey, donde, por su capaci­dad, se celebran conferencias, coloquios y cualquier actividad en la que sea previsible una gran afluencia de profesores y alumnos. Es también el marco donde tiene lugar, cada 4 de diciembre, el tradicional baile de gala con motivo de la festividad de nuestra patrona santa Bárbara. En la pared frontal se encuentran los nombres de los artilleros condecorados con la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar en tiempo de guerra.

Para finalizar dedicar un recuerdo emocionado a todos los artilleros que a lo largo de la Historia, de la di­latada y fecunda vida del Arma, con enormes sacrificios, dedicación, estudios, esfuerzos, trabajo en equipo, acendrado compañerismo y valor en campaña, ofreciendo generosamente su vida por la patria, supieron escri­bir páginas de gloria, que sirvieron y sirven de estímulo a todos los alumnos que tuvieron y tienen el honor y la satisfacción de cursar estudios en las mismas aulas que ellos ocuparon y contemplar con orgullo el espíritu que se desprende de cualquier rincón, cuadro, busto, pintura, relación de condecorados, escalera y pasillo de honor etc. contenidos en el antiguo convento de San Francisco, Es muestra y testimonio de todo ello este breve Historial del Real Colegio de Artillería de Segovia del que hoy, cinco de septiembre de 2012, se cumplen 200 años de su llegada, ubicación y permanencia en este Colegio de Nuestra Señora de Montesión. A.M.D.G.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • LA ACADEMIA GENERAL MILITAR. Apuntes para su historia.

Julio Ferrer Sequera (1985)

  • LA ARTILLERÍA ESPAÑOLA. Al pie de los cañones.

María Dolores Herrero Fernández-Quesada

Guillermo Frontela Carreras

Leoncio Verdera Franco

Carlos Medina Avila (1993)

  • BIOGRAFÍA DEL COLEGIO-ACADEMIA DE ARTILLERÍA DE SEGOVIA.

Pedro Antonio Pérez Ruiz (1960)

  • VISITA A LA ACADEMIA DE ARTILLERÍA. Editado en 2007.

Autor: D. José Oliver Barceló coronel de Artillería Presidente de la Asociación de Ar­tilleros de Mallorca 1529, Antiguo Alumno (Curso 1954). Promoción 248 del Arma de Artillería.